La CIA nuevamente como sombra de intervención en América Latina

Antes de entrar de lleno al tema, quisera solo recordar que hubo un momento en la historia de EEUU en el que Woodrow Wilson elevó la alerta sobre “el peligro del comunismo” a un nivel de política de Estado masiva y promovió leyes explícitamente represivas; en aquel entonces eran dirigidas contra ciudadanos; se encarcelaba a socialistas, anarquistas y sindicalistas, como Eugene V. Debs.

Trump igualmente, utiliza un método de mentiras, calumnias y terror no solo dentro de su territorio; al igual que Wilson desde 1919, atentando en contra de personas defensoras de causas sociales que no radican en su territorio retirando visas (influencers o activistas), amenazando con bloqueos y aranceles a naciones, aterrorizando con matar a todos los que resisten la invasión y el colonialismo.

Al final de este artículo hago un recuerdo de los mecanismos que se utilizaron hace casi 100 años, para influir en el pensamiento de la sociedad norteamericana, pero también mundial y evitar que por medio del pánico, reconocieran los beneficios de una política basada en la dictadura del proletariado, el centralismo democrático, el internacionalismo revolucionario, entre otros.

La Sombra sobre el Continente: La CIA, la Eterna Herramienta de Intervención en América Latina

La noticia de que Donald Trump ha confirmado públicamente haber autorizado operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela, y la consiguiente denuncia del presidente Nicolás Maduro acusando a Estados Unidos de intentar derrocarlo, no es un hecho aislado. Por el contrario, es el último capítulo de un manual de injerencia que se ha escrito y aplicado en América Latina durante más de siete décadas. Para comprender la profundidad de este acto, es necesario recorrer el oscuro camino de las operaciones encubiertas que han marcado a fuego el destino de naciones enteras.

El Golpe de Estado en Guatemala (1954): El manual se escribe

La operación PBSuccess en Guatemala sentó un precedente brutal. El presidente Jacobo Árbenz había impulsado una reforma agraria que afectó los intereses de la United Fruit Company, una corporación estadounidense con fuertes vínculos en Washington. Bajo la narrativa de “contener la expansión comunista” en el patio trasero, la CIA orquestó una campaña de desinformación, bombardeos psicológicos y apoyo a fuerzas mercenarias que derrocaron al gobierno democráticamente electo. El costo humano y social fue immense: se instauró un régimen militar que dio inicio a décadas de conflicto armado interno y violencia estatal, cuyo saldo final incluiría cientos de miles de muertos y desaparecidos. La Doctrina de Seguridad Nacional, que justificaba la represión en nombre de la lucha anticomunista, comenzaba a tomar forma.

La Bahía de Cochinos (1961) y la obsesión con Cuba

El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue un parteaguas. La operación de la CIA para invadir Cuba mediante exiliados entrenados fracasó estrepitosamente en Playa Girón. Este fracaso, sin embargo, no detuvo la maquinaria. En su lugar, intensificó una campaña de hostigamiento que se mantiene hasta hoy: más de 60 años de un bloqueo económico, comercial y financiero descrito por Naciones Unidas como un obstáculo masivo para el desarrollo humano de la isla. Se estima que la CIA llevó a cabo cientos de intentos de asesinato contra Fidel Castro, en una obsesión que trascendió administraciones y se convirtió en un pilar de la política exterior hacia la región.

El Golpe en Brasil (1964) y la dictadura perfecta

Antes del célebre caso chileno, Brasil sufrió un golpe de estado que se convertiría en modelo. En 1964, con el conocimiento y apoyo activo de la administración estadounidense, las fuerzas militares derrocaron al presidente João Goulart. La CIA había estado trabajando en la sombra, financiando campañas de propaganda y apoyando a los conspiradores civiles y militares. Lo que siguió fue una dictadura de 21 años que institucionalizó la tortura, desapareció opositores y suprimió las libertades civiles, todo bajo la mirada aprobatoria de Washington, que veía en el régimen un baluarte anticomunista.

Chile: El laboratorio del Shock

El caso de Chile es quizás el más emblemático de la ingeniería política encubierta. La CIA, siguiendo órdenes directas de Richard Nixon y Henry Kissinger, ejecutó una estrategia múltiple para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia en 1970 y, al fracasar eso, para “hacer gritar la economía” chilena. El financiamiento a medios de comunicación opositores y a grupos de choque civiles creó el clima de inestabilidad necesario para que, el 11 de septiembre de 1973, Augusto Pinochet diera el golpe militar que instauró una de las dictaduras más sangrientas del continente. El costo: miles de ejecutados, desaparecidos y torturados, en un laboratorio donde se aplicaron las teorías económicas neoliberales más radicales sobre el trauma de una nación.

La Escuela de las Américas y la exportación del terror. El caso mexicano.

Mientras la CIA planificaba golpes y atentados, el Pentágono institucionalizó la represión a través de la Escuela de las Américas. Este centro se convirtió en el alma mater de la contrainsurgencia, donde miles de oficiales latinoamericanos aprendieron técnicas de tortura, guerra sucia y vigilancia masiva. Por sus aulas pasaron notorios dictadores como Manuel Noriega (Panamá) y los responsables de masacres en El Salvador y Guatemala.

Sin embargo, la influencia no se limitó a los regímenes militares abiertos. México, un país con una fachada de estabilidad institucional, fue un alumno sigiloso y profundamente penetrado. Decenas de altos mandos del ejército mexicano y, crucialmente, oficiales de la policía política y seguridad del estado, fueron entrenados en la Escuela de las Américas. Muchos de ellos aplicaron estos conocimientos durante la “Guerra Sucia” mexicana, en las décadas de los 60 y 70, para perseguir, desaparecer y asesinar a disidentes políticos, estudiantes e integrantes de movimientos guerrilleros.

El nivel de infiltración llegó a la cúspide del poder. Documentos desclasificados de la CIA han confirmado lo que durante años fue una sospecha: el presidente José López Portillo (1976-1982) fue un activo pagado de la agencia antes de asumir la presidencia. Mientras se desempeñaba como subsecretario y luego como secretario de Hacienda, López Portillo recibió pagos a cambio de información sobre la situación política y económica de México. Este hecho escalofriante revela cómo la CIA no solo entrenaba a los verdugos, sino que compraba la lealtad de quienes llegarían a ocupar la silla presidencial, asegurando que los intereses estadounidenses estuvieran representados en el corazón del Palacio Nacional.

El apoyo soviético y la Lógica de la Guerra Fría

Es cierto que, en este tablero de la Guerra Fría, la ex Unión Soviética encontró en Cuba un aliado estratégico, proporcionándole apoyo económico, militar y político para resistir la presión estadounidense. Este apoyo fue utilizado por Washington para validar su narrativa de una “invasión comunista” en el hemisferio, aun cuando la mayoría de los movimientos insurgentes tenían raíces nacionales y reivindicaciones sociales profundas. La lógica del conflicto bipolar sirvió para justificar cualquier acción, por violenta que fuera, con tal de impedir lo que percibían como una expansión soviética.

Venezuela: El nuevo blanco de un viejo guion

El caso venezolano es la aplicación contemporánea de este mismo manual. Desde el gobierno de Hugo Chávez, Estados Unidos ha aplicado un creciente repertorio de medidas de asfixia económica, sanciones individuales y colectivas, y un bloqueo financiero que la ONU ha señalado como causa directa del empeoramiento de la crisis humanitaria. La retórica anticomunista se ha reciclado, ahora bajo la etiqueta de “lucha contra una dictadura narcoterrorista”. La confirmación de Trump sobre las operaciones de la CIA no hace más que sacar a la luz lo que ya era un secreto a voces, documentado en intentos de golpe de estado y planes de invasión.

La historia que se repite

La autorización de Trump es un recordatorio crudo de que la doctrina intervencionista sigue viva. El costo de estas operaciones se mide en democracias truncadas, pueblos sumidos en la pobreza y una región cuya soberanía ha sido sistemáticamente violada. La narrativa del “peligro rojo” fue el caballo de Troya para imponer una hegemonía que servía a los intereses de una oligarquía transnacional y a la seguridad económica de sus corporaciones.

Conocer esta historia no es un ejercicio de arqueología política; es una herramienta indispensable para desmontar la propaganda del presente. Cuando hoy se habla de “llevar la democracia” o de “combatir regímenes ilegítimos”, debemos recordar los nombres de Guatemala, Chile, Cuba y Nicaragua. Debemos recordar que detrás de esas palabras hay una sombra larga, una agencia y una política que, durante setenta años, ha sembrado desestabilización y dolor en nombre de sus propios intereses. La lucha por la soberanía de América Latina es, en esencia, la lucha por liberarse de esa sombra.

Pequeño recordatorio del origen del “Temor Rojo”

El primer presidente en elevar la alerta sobre el “peligro del comunismo” a un nivel de política de Estado masiva y promover leyes explícitamente represivas fue Woodrow Wilson (1913-1921), aunque el contexto era diferente al de la Guerra Fría.

El evento central fue el Primer “Temor Rojo” (Red Scare) de 1919-1920

Revolución Rusa (1917): El triunfo de los bolcheviques en Rusia generó un pánico profundo en los gobiernos y las élites capitalistas de todo el mundo, incluyendo a Estados Unidos. Se temía que la revolución se “exportara”.

La Ley de Sedición de 1918: personalmente me gusta recordar que aunque Estados Unidos ya estaba en la Primera Guerra Mundial, esta ley fue ampliamente utilizada para reprimir la disidencia política, no solo la relacionada con la guerra. Cruelmente, como es costumbre, la utilizó para encarcelar a socialistas, anarquistas y sindicalistas por criticar al gobierno o al sistema capitalista. La figura más famosa encarcelada fue Eugene V. Debs, líder socialista, por dar un discurso antibélico. de pronto me viene a la mente el asesinato de Jean Jaurès, qué si bien ocurrió en 1914 y en ese momento la CIA no existía si fue asesinado por el mismo monstruo al que la CIA después le puso correa y alimentó de forma profesional: el monstruo del anticomunismo violento, financiado por intereses económicos y políticos que veían en la paz y la justicia social una amenaza a su poder.

Regresando al continente americano, hubo otro momento importante: las “Redadas de Palmer” (1919-1920) que ocurrieron bajo la dirección del Fiscal General A. Mitchell Palmer, y con un joven J. Edgar Hoover como su principal asistente, el Departamento de Justicia lanzó una serie de redadas masivas contra inmigrantes radicales (especialmente italianos y del este de Europa). Miles de personas fueron arrestadas sin órdenes judiciales, y cientos fueron deportadas, simplemente por sus afiliaciones políticas o ideológicas supuestas.

La pregunta indispensable ¿hubo alguien antes que Wilson de hablar del avance y el supuesto peligro comunista?

Wilson institucionalizó la persecución, las alertas retóricas sobre los peligros de ideologías radicales venían de antes. Por ejemplo Theodore Roosevelt (1901-1909) ya hablaba con alarma del “socialismo revolucionario” y William Howard Taft (1909-1913) quien mostró preocupación por la influencia anarquista.

Sin embargo, Woodrow Wilson fue el primero en convertir esa alerta en una campaña de estado masiva, represiva y legalmente respaldada, sentando un precedente directo para el macartismo y el Segundo “Temor Rojo” de la era de Truman y Eisenhower.

En resumen: Woodrow Wilson es la respuesta más precisa. Fue su administración la que, impulsada por el pánico tras la Revolución Rusa, lanzó la primera gran caza de brujas anticomunista en EE.UU., utilizando la Ley de Sedición y las Redadas de Palmer como sus herramientas principales, sin olvidar el papel de propaganda no pagada por el Estado, pero apoyada por el Comité Creel, encargado de aterrorizar y persuadir del peligro del “enemigo subversivo” apoyado por grupos de interés privado (siderúrgicas, petroleras, financieras) con mucho que perder con el avance del socialismo, que financiaron su propia campaña de propaganda para evitar la llegada de las ideas de nacionalización y derechos laborales que promovía la revolución Rusa.

¿Cómo fue la propaganda utilizada?

Con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en 1917, Wilson enfrentaba un problema gran parte de la población era reacia a involucrarse en una guerra europea. Su solución no fue solo legislar (con las Leyes de Espionaje y Sedición), sino también persuadir y, sobre todo, aterrorizar.

El Comité Creel (CPI), creado por orden ejecutiva solo una semana después de la declaración de guerra, fue la herramienta. Su misión era “vender la guerra” al pueblo estadounidense y lo hizo con una eficacia aterradora, utilizando múltiples frentes de comunicación:

El CPI no “pagó” a los periódicos en efectivo de manera directa, sino que los inundó con material gratuito y listo para publicar. diariamente redactaba y distribuía releases de prensa que presentaban la versión oficial de la guerra. En su peak, enviaba seis mil releases por semana a unos 12,000 periódicos. Para los editores, era información “oficial” y gratuita que llenaba sus páginas. El efecto fue que la narrativa del gobierno se convirtió en la narrativa dominante.

Otro instrumento era un ejército de “Cuatro Minuteros” que era un grupo de 75,000 oradores voluntarios entrenados por el CPI que daban discursos de cuatro minutos en cines, teatros y reuniones públicas. Sus charlas, estandarizadas por el Comité, demonizaban a los alemanes (“hunos”) y glorificaban la causa aliada.

Utilizaron fuertemente el poder del lenguaje visual, fue asi que se crearon carteles icónicos como el del “Tío Sam” señalando con la leyenda “I WANT YOU FOR U.S. ARMY”. Otros carteles representaban a los alemanes como un simio salvaje con un casco “Pickelhaube” profanando a una mujer, o instaban a la gente a reportar cualquier comentario “derrotista”.

Una manera particularmente eficaz fue la producción de películas como “The Kaiser, The Beast of Berlin” y distribuyeron noticieros en los cines que mostraban una versión heróica y maniquea del conflicto, llegando a una audiencia masiva y en su mayoría analfabeta.

Fue por medio de la división de Relaciones Extranjeras que exportaron la narrativa, ellos se encargaron de saturar a los medios latinoamericanos y de otros países neutrales con material pro-aliado, con el objetivo de influir en su opinión pública y en sus gobiernos.

Cuando terminó la guerra en 1918, la maquinaria del Comité Creel no se apagó de inmediato. Su infraestructura y su experiencia en el manejo del miedo fueron redirigidas hábilmente. Con la Revolución Rusa de 1917 como nuevo chivo expiatoro, la narrativa del “enemigo bárbaro” (el alemán) fue rápidamente reemplazada por la del “enemigo subversivo” (el bolchevique).

Los mismos periódicos que habían sido saturados con propaganda anti-alemana comenzaron a recibir y publicar historias sobre los horrores del bolchevismo, a menudo exageradas o inventadas. Los “Cuatro Minuteros” y los carteles adaptaron su mensaje. El “Terror Rojo”. Rusia fue presentada como una amenaza existencial que podría cruzar el océano y destruir el “estilo de vida americano”.

Es fundamental señalar lo siguiente: mientras el CPI operaba a nivel estatal, grupos de interés privado con mucho que perder con el avance del socialismo financiaron su propia campaña de propaganda.

Las grandes corporaciones (siderúrgicas, petroleras, financieras) tenían un pánico genuino a las ideas de nacionalización y derechos laborales que promovía la Revolución Rusa, estas empresas a menudo patrocinaban artículos, financiaban “institutos de investigación” que producían informes anticomunistas, y presionaban a los periódicos que dependían de su publicidad para que adoptaran una línea editorial dura contra el “peligro rojo”.

Es evidente que Woodrow Wilson no necesitó “pagar” medios en el sentido tradicional de soborno, cero “chayote”. Lo que hizo fue más sofisticado y poderoso: creó una máquina estatal de producción de contenido que subsidiaba a los medios con información lista para usar, al tiempo que un clima de terror y patriotismo hacía casi imposible disentir. Esta máquina, combinada con el financiamiento y la presión de las élites económicas aterrorizadas por el comunismo, creó una tormenta perfecta que inundó al mundo con la idea del “Peligro Rojo”, sentando las bases para el Primer “Temor Rojo” y las Redadas de Palmer. Fue el nacimiento de la ingeniería del consentimiento a escala industrial.

La rusofobia debe ser detenida por una sociedad enterada y conocedora de las prácticas de terror, calumnia y difamación que continúan en la actualidad, se ha demostrado que, desde una perspectiva crítica fundamentada en tendencias socioeconómicas observables, el capitalismo neoliberal contemporáneo evidencia contradicciones estructurales con consecuencias devastadoras. Su lógica de acumulación ilimitada ha exacerbado la desigualdad global, concentrando riqueza en minorías mientras perpetúa ciclos de pobreza sistémica al desmantelar redes de protección social. En el plano geopolítico, la competencia por recursos estratégicos y mercados ha instrumentalizado conflictos bélicos como prolongación de intereses corporativos, financiando complejos militares-industriales en detrimento de la diplomacia. Ecológicamente, la mercantilización de los bienes comunes y la sobre explotación de ecosistemas bajo el paradigma del crecimiento infinito han acelerado el colapso climático, externalizando costos ambientales hacia comunidades vulnerables. Estas dinámicas no son fallas del sistema, sino manifestaciones de su arquitectura fundamental, donde la maximización del beneficio privado prevalece sobre la sostenibilidad de la vida humana y planetaria.