La tensa relación entre el Presidente Donald Trump y Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (Fed), ha vuelto a acaparar los reflectores, transformándose en un auténtico circo mediático que mezcla economía, política y una dosis de comedia involuntaria.

Desde su regreso a la política en enero de 2025, Trump ha mantenido una constante y pública presión sobre Powell, a quien él mismo nominó en 2017 y 2018, llegando a apodarlo “terrible imbécil”, “tonto que no tiene ni idea” y su favorito, “un tardón”.

La principal razón de esta fricción radica en la insistencia de Powell en mantener las tasas de interés entre 4.25% y 4.5%, algo que Trump considera un freno para la economía, un castigo para el mercado inmobiliario y un obstáculo para el crecimiento.

El exmandatario ha clamado por recortes drásticos, incluso sugiriendo llevarlas al 1%, argumentando que esto le ahorraría al país un billón de dólares al año en intereses de deuda.

Powell defiende soberanía económica

Por su parte, Powell ha defendido la postura de la Fed con una calma inquebrantable, asegurando que sus decisiones se basan en un análisis objetivo y no político de la evolución económica, buscando el máximo empleo y la estabilidad de precios.

El punto álgido de este drama se vivió el jueves 24 de julio de 2025, cuando Donald Trump, acompañado de su séquito y el senador Tim Scott, llegó a la sede de la Reserva Federal en Washington D.C.. La visita, en teoría, era para inspeccionar un proyecto de renovación del Banco Central, pero en realidad, se gestaba una emboscada mediática.

Con sus cascos blancos de obra, Trump se detuvo frente a las cámaras de noticias, agitando un documento, y lanzó la bomba: “Estamos analizando el asunto y parece que son unos 3 mil 100 millones”. Con ironía, añadió que las obras “han subido un poco o mucho”, buscando señalar una supuesta gestión ineficiente y utilizar este argumento como una nueva arma contra Powell y su política monetaria. Incluso bromeó sugiriendo que, en su carrera de promotor inmobiliario, despediría a alguien por tales sobrecostos.

Sin embargo, Jerome Powell, habituado a las tormentas de Trump, se mantuvo imperturbable, sacudiendo su cabeza en desacuerdo y respondiendo con calma: “No he escuchado eso de nadie en la Reserva Federal”.

Agilidad mental

El momento más revelador llegó cuando Powell, con agilidad mental, tomó el documento que Trump le había ofrecido y, frente a docenas de periodistas, reveló la verdad con punzante ironía: los sobrecostos adicionales citados por Trump eran para un edificio separado, el Edificio Martin, cuya construcción se había completado ¡hace cinco años!.

A pesar de la insistencia de Trump de que era parte de la remodelación, Powell refutó secamente: “Se construyó hace 5 años”. Ante su error expuesto públicamente, el expresidente cambió de tono inmediatamente, como si nada hubiera pasado, afirmando: “No quiero ser personal, simplemente me gustaría verlo terminado”.

Cabe aclarar que la Fed ha estado renovando el Edificio Marriner S. Eccles, su sede original de 1937, y otro edificio histórico, con costos actuales de 2 mil 500 millones de dólares, debido a estrictos requisitos de seguridad y aumento de costos materiales. Powell ha defendido que las obras se ajustan a lo aprobado, no incluyen lujos y buscan preservar edificios históricos, además de consolidar operaciones para reducir costos a largo plazo.

Este show mediático reavivó la eterna pregunta: ¿podría Trump realmente despedir a Jerome Powell? A pesar de sus amenazas pasadas y su posterior retractación, afirmando no tener ninguna intención de hacerlo, la realidad legal es compleja.

Despidos, sin precedentes

La Ley de la Reserva Federal de 1913 establece que los miembros de la Junta de Gobernadores, incluido el presidente de la Fed, pueden ser destituidos “por causa”, aunque la ley no define qué significa eso. Nunca un presidente ha despedido a un miembro de la Junta de la Reserva Federal, y la ley nunca ha sido probada en los tribunales.

El Congreso buscó aislar a la Reserva Federal de la política para que sus decisiones monetarias se basaran en análisis económicos puros. Despedir a Powell sin una causa clara desafiaría la independencia histórica de la Reserva Federal, lo que tendría graves consecuencias para la presidencia de Trump y generaría una fuerte agitación en los mercados globales, aumentando los costos de endeudamiento.

Aunque el director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de Trump, Rosbout, ha insinuado que un presupuesto mal manejado en las obras podría ser causa de despido, parece que la administración no quiere cruzar esa línea roja, al menos por ahora.

De hecho, el propio Trump ha dicho que los problemas de renovación probablemente no eran razón suficiente para despedir al jefe del Banco Central y ha insistido en que no tiene planes de destituirlo.

No todos los círculos cercanos a Trump o del mundo financiero apoyan la remoción de Powell. Jamie Dimon, director ejecutivo de JP Morgan Chase, ha defendido fuertemente la independencia de la Reserva Federal, subrayando que “jugar con la Reserva Federal puede tener consecuencias adversas”.

Hasta 2026

Incluso el secretario del Tesoro de Trump, Scott Besent, cuyo nombre ha sonado como posible sucesor de Powell, ha sorprendido al decir que “no hay nada que me diga que Powell debe salir del puesto en este momento” y lo calificó como “un buen servidor público”.

Jerome Powell, por su parte, no ha dado ninguna señal de que esté considerando una salida anticipada, manteniéndose firme en su puesto hasta que su mandato expire en mayo de 2026. La confrontación en la Fed con cascos y planos es una metáfora de la presidencia de Donald Trump: un espectáculo mediático constante y a menudo innecesario, que desvía la atención de temas complejos y crea un drama continuo.

A pesar de las amenazas y los sobrenombres, el sistema de pesos y contrapesos y la inercia de las instituciones como la Reserva Federal parecen prevalecer, manteniendo la independencia del Banco Central como un bastión frente a las embestidas políticas.

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