Ciudad de México. El nombre de Jeffrey Epstein, el financista estadounidense declarado culpable de delitos sexuales y presunto traficante de menores, sigue resonando como un oscuro enigma en el panorama político y social, especialmente en torno a la figura de Donald Trump. La intrincada red de secretos, poder corrupto y conexiones con élites mundiales ha mantenido al mundo en vilo, intensificándose tras su misteriosa muerte en una celda de Nueva York en 2019, oficialmente declarado el hecho como “suicidio por ahorcamiento”, una conclusión que, sin embargo, alimentó innumerables teorías conspirativas.
Las conexiones entre Jeffrey Epstein y Donald Trump no son recientes ni secretas. Fuentes indican que ambos fueron amigos en algún momento, con fotografías que datan de 1997 y registros de vuelos de Trump en el jet privado de Epstein. Sin embargo, el eslabón más polémico se reveló con la historia del álbum de cumpleaños número 50 de Jeffrey Epstein en 2003.
Para este álbum, la socia de Epstein, Ghislaine Maxwell, solicitó cartas para el financista. Entre estas misivas, revisadas por el Departamento de Justicia durante las investigaciones sobre Epstein y Maxwell, se encontraba una enviada por Donald Trump. El Wall Street Journal describió su contenido como “subidito de tono”, con un texto mecanografiado que simulaba una conversación imaginaria entre Trump y Epstein, incluyendo frases enigmáticas como: “Donald, sí lo hay, pero no te diré lo que es. Jeffrey, yo tampoco porque también sé lo que es. Donald, tenemos ciertas cosas en común. Jeffrey, sí las tenemos. Ahora que lo pienso, Donald, los enigmas nunca envejecen, ¿te has dado cuenta?”.
Cuando el Wall Street Journal preguntó a Trump sobre la carta, su respuesta fue una negación rotunda y una amenaza de demanda: “Este no soy yo, esto es falso, es una historia falsa de The Wall Street Journal“. A pesar de su advertencia, el medio publicó la nota, y Trump confirmó en su red social, Truth Social su intención de demandar a The Wall Street Journal, NewsCorp y Rupert Murdoch. Este incidente ha incrementado el escrutinio sobre el manejo de Trump del caso Epstein, generando preocupación incluso entre parte de su base MAGA.
El despido de la fiscal Comey
En medio de la creciente polémica, el despido de la fiscal federal Maurine Comey añadió una capa de intriga. Comey, figura veterana en la fiscalía del distrito sur de Nueva York, fue fundamental en los casos contra Jeffrey Epstein, Ghislaine Maxwell y Sean “Diddy” Combs. Su cese se produjo sin una explicación clara u oficial; sin embargo, fuentes cercanas al caso indicaron que se le informó de su despido bajo el artículo segundo de la Constitución estadounidense, que refiere a los poderes del presidente.
La situación se vuelve aún más compleja al considerar que Maurine Comey es la hija del exdirector del FBI James Comey, a quien Donald Trump despidió en 2017 durante la investigación de la “trama rusa”. Múltiples fuentes señalaron que Trump había criticado en privado que una Comey trabajara en su administración. Este despido se inserta en un patrón de “purga” del Departamento de Justicia desde que Trump regresó a la Casa Blanca en enero, con la fiscal Pam Bondi también despidiendo a más de 20 empleados involucrados en investigaciones sobre Trump. La falta de una razón oficial para el despido de Comey y su apellido solo alimentan las sospechas de una decisión conveniente para el gobierno de Trump en el contexto del caso Epstein.
La “Lista Epstein”
Durante su campaña electoral, Donald Trump prometió publicar los archivos relacionados con Jeffrey Epstein, una promesa apoyada por aliados como la fiscal general Bondi, quien afirmó en febrero tener la lista de clientes en su escritorio. Incluso Elon Musk, asesor cercano de Trump, insinuó en un tuit (luego borrado) que Trump estaba en los archivos de Epstein y por eso no quería su divulgación.
No obstante, el gobierno de Trump dio un giro radical: el Departamento de Justicia y el FBI publicaron un memorando concluyendo que no había ninguna lista incriminatoria de clientes ni pruebas creíbles de que Epstein chantajeara a personas prominentes, reiterando que Epstein se suicidó. La portavoz de la Casa Blanca, Caroline Levit, afirmó la transparencia del gobierno de Trump.
Este giro ha enfurecido a gran parte de la base MAGA y a los partidarios más leales de Trump. Aquellos que durante mucho tiempo insistieron en la existencia de una lista de clientes y una conspiración, ahora se sienten traicionados. La idea de que Epstein fue asesinado para proteger a figuras influyentes es una “cuestión de fe” para muchos votantes MAGA.
Trump contra su propia base
La reacción de Trump no se hizo esperar y fue una arremetida directa contra sus propios seguidores. El presidente calificó las teorías sobre Epstein como una “gran farsa montada por los demócratas”, y atacó a los republicanos que insisten en el tema, llamándolos “débiles y estúpidos”. En un mensaje en Truth Social, Trump expresó: “Mis antiguos seguidores han caído en estas pamplinas de cabo a rabo, no han aprendido la lección y probablemente nunca lo harán”. Incluso afirmó: “No quiero su apoyo nunca más”.
Esta arremetida sin precedentes contra su propia base ha provocado una fractura visible del movimiento MAGA y del Partido Republicano. Líderes republicanos como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, y congresistas como Marjorie Taylor Greene y Lauren Boebert, han pedido públicamente la “transparencia total” y la publicación de todos los archivos, con Johnson afirmando que se debe “poner todo sobre la mesa y dejar que la gente decida”. Incluso se ha solicitado la declaración de Ghislaine Maxwell ante la Cámara de Representantes.
A pesar de estas peticiones, Trump ha rechazado firmemente la idea de nombrar a un fiscal especial para investigar el caso Epstein, lo que, según analistas, “solo añade leña al fuego y perjudica la credibilidad de las instituciones”.
La narrativa cambiante de Trump, quien antes se presentaba como un “outsider” que lucharía contra un “establishment corrupto”, ahora lo coloca en una posición incómoda, defendiendo una narrativa que muchos de sus propios seguidores ven como un encubrimiento. Como señala el analista Anthony Sucker, el propio Trump “quiere que la conspiración desaparezca”. Lo que alguna vez fue una bandera para el mundo MAGA, ahora se ha convertido en el problema del presidente.
El caso Epstein, con sus oscuros secretos y giros inesperados, sigue siendo una herida abierta en el panorama político, demostrando que algunos enigmas, tal como sugeriría la carta de Trump, “nunca envejecen”. Es como un rompecabezas cuyas piezas clave parecen haber sido escondidas, y cada intento de encajarlas solo revela nuevas ausencias o contradicciones, dejando a muchos con la sensación de que la imagen completa nunca será visible.