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Hoy Domingo 1° de junio, los mexicanos nos dimos el lujo de celebrar la consolidación del Plan C, esa estrategia electoral que, tras dos años y tres meses de puro drama, logró cruzar la meta en una jornada electoral que, sorprendentemente, transcurrió sin mayores aspavientos. Claro, no fue un paseo por la alameda central: hubo que sortear la conquista de la mayoría calificada en las cámaras, lidiar con las suspensiones legales de manual y ni hablar de aquella cortesía del ministro Ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, que se salvo por un pelo o mejor dicho por el voto del ministro Pérez Dayán, las maniobras para retrasar al INE con las boletas y hasta las amenazas de la CNTE, que juraban sabotear la elección como si su reclamo fuera la elección judicial.

No es poca cosa para un país que, hace apenas 13 años, veía la izquierda como un sueño guajiro y la elección de jueces como una excentricidad de ciencia ficción. Porque, seamos honestos, ¿quién sabía que los juzgadores existían o qué hacían, además de los que vivían en los pasillos del poder?. Mucho menos sabiamos de la gran vida que se daban con nuestros impuestos.

Por supuesto, nadie en su sano juicio espera que los nuevos juzgadores lleguen con una varita mágica para desvanecer la corrupción. Esa bestia, como un cáncer con doctorado en persistencia, no se va a rendir tan fácil. Esta elección es apenas una sesión de radioterapia en el largo tratamiento para extirparla. Lo bueno es que, no hay metástasis, y el pronóstico pinta bien. Eso sí, como todo buen cáncer, puede volver si nos descuidamos.

La elección no estuvo exenta de sorpresas, algunas casi enternecedoras: una oposición que parece haber olvidado dónde quedó su guión, una ciudadanía que, por primera vez, se sintió protagonista y no extra, y una presidenta que sonreía como si hubiera ganado la lotería. Pero el verdadero espectáculo, el que nos arrancó una que otra risita nostálgica, fue el regreso estelar de ese hombre de pelo cano, nuestro faro moral, Andrés Manuel López Obrador. Sí, el “abuelito rebelde, loco y bonachón” el único que por su incansable lucha, su persistencia y por su amor al pueblo, todo se le permite; no se le cuestionaba por mandar priistas a consulados, elegir funcionarios de dudosa calidad e incluso apaciguar reclamos ciudadanos a gobernadores en eventos públicos, pues hoy recordamos por qué México lo extraña como se extraña un viejo amor. AMLO, el rockstar de la transformación, volvió al escenario para robarse los reflectores.

Los resultados de los ministros llegarán el 3 de mayo, y para el 9 tendremos el veredicto final. La suerte está echada, los dados no han parado, y México, queridos lectores, no será el mismo. Porque, claro, ahora la justicia no será una mercancía, los jueces no tendrán precio, y casos como el de Israel Vallarta, atrapado en el limbo sin sentencia, serán solo un mal recuerdo. Al menos eso esperamos.

Si los argentinos tienen a Messi, nosotros tenemos a AMLO, y qué quieren que les diga, hoy me voy a dormir con una sonrisa más grande que la de un hincha argentino viendo que Messi ha alcanzando la Copa del Mundo.